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El 21 de julio, tras menos de un mes de debate, el Congreso español aprobó la «ley de jinetes», que presume que los jinetes son trabajadores por cuenta ajena con derecho a acceder a los algoritmos de regulación del trabajo, sin ninguna modificación de la propuesta inicial del Gobierno. Las empresas tuvieron tres meses para adaptarse a la legislación, que entró oficialmente en vigor el 12 de agosto.
Poco después de que el Gobierno pusiera en marcha la legislación, Deliveroo anunció que dejaba de operar en España, en parte por la nueva ley y en parte por su baja cuota de mercado en el país. Esto supondrá que más de 3.000 repartidores pierdan sus puestos de trabajo.
Sin embargo, según la presunción de empleo establecida en la sentencia del Tribunal Supremo del pasado septiembre, la empresa tendrá que contratar primero a los trabajadores de la plataforma. Y es probable que las indemnizaciones por despido y todo el proceso sean problemáticos.
Glovo, la mayor plataforma de reparto en España, indicó que sólo contrataría a una parte relativamente pequeña de su plantilla -2.000 de los 12.000 que se cree que tiene- porque la ley de los jinetes sólo establecía una presunción de empleo. En este sentido, la empresa ha incorporado cambios en su fórmula de algoritmos: los riders podrán entrar «libremente» sin seleccionar franjas horarias y ajustar ligeramente el precio de la entrega (la posible guerra de ofertas entre riders ya ha generado protestas), además de poder rechazar entregas y subcontratar a otros trabajadores.
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Somos una startup con sede en Barcelona y la empresa de reparto de mayor crecimiento en Europa, África y Asia Occidental. Con la comida como núcleo del negocio, Glovo entrega cualquier producto dentro de su ciudad a cualquier hora del día.
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Autor: Paul Iano es un estadounidense que vive en el País Vasco, con varios trabajos que no le destruyen el alma. Se considera un emigrante de una tierra de violencia armada y formas vanguardistas de opresión estatal, y trata de arrojar luz sobre cómo esos acontecimientos pueden afectar al País Vasco en el futuro. Paul también valora su privacidad.
Estoy de pie fuera de una elegante hamburguesería fumando un cigarrillo. Compruebo mi teléfono una y otra vez, viendo cómo el reloj avanza sin cesar. Llevo aquí una hora y me pagan cinco céntimos por minuto por esperar a que un par de hamburguesas salgan de la cocina en una bolsa marrón, lo que indica mi libertad para volver a subirme a la moto y hacer lo único que me gusta de este trabajo: conducir peligrosamente por zonas urbanas de noche.
Es la segunda vez que vengo esta noche. Más tarde, cuando haga un cálculo aproximado, descubriré que sólo he pasado 70 de los 200 minutos haciendo realmente mi trabajo: montando en bicicleta e interactuando con los clientes. Otros 104 minutos los pasé así, esperando la comida. Este ha resultado ser el aspecto más frecuente de trabajar como contratado por Glovo: la espera.